
Un delivery que lleva un filete empanado gigante, unas croquetas melosas o una tortilla de patata recién hecha y que, con sus platos, traslada la experiencia de su restaurante es mucho delivery.
Llevar nuestra casa a la tuya, como quien manda un tupper a su familia “para que comáis bien, que esto vosotros no os lo cocináis”, o sí, pero qué gusto da cuando te lo dan hecho y sabes que es comida de hogar, realmente casera, hecha con cariño, con buenos ingredientes y al momento. Esa era nuestra intención cuando creamos Armando.
Hacía mucho tiempo que pensábamos en el delivery, tanto que, como cuenta Ekaitz Almandoz, socio y director de operaciones de Armando, a La Razón, “teníamos hasta la sociedad creada”. Toda esa ilusión se gestaba mucho antes de lanzar Armando, pero queríamos hacerlo muy bien, queríamos replicar la experiencia del restaurante en las casas, y eso no es tarea fácil, sobre todo cuanto tu delivery lo abandera un filete empanado que debe llegar crujiente, unas croquetas que deben llegar enteras y melosas y una tortilla que debe estar recién salida de la sartén.
Desde el cocinado al empaquetado para que llegara en perfectas condiciones, todo había que probarlo, y lo hicimos mil y una veces hasta que sentimos que era casi, casi como tomarlo en el restaurante. Las circunstancias aceleraron nuestro sueño: la pandemia, que nos hizo a todos cerrar las puertas y reinventarnos, nos llevó a tirarnos a la piscina, pero había agua, la llenamos mucho tiempo antes.
Y diréis, “todo el mundo se lanzó al delivery con la pandemia”. Exacto. Pero nosotros teníamos un arma en ese mercado tan competido: el escalope Armando. “En esencia, nuestras familias, que han sido unas enamoradas del escalope durante toda la vida, como grandes adictos, decidimos basar el negocio en él, un alimento propicio para el delivery”- cuenta Ekaitz, y añade – “El cliente lo recibe perfecto porque los espalmamos a mano, los empanamos y los freímos en el instante que se realiza el pedido, y justo antes de proceder con el envío.
Es un producto estrella para el delivery, complementado por toda una carta muy bien pensada y elaborada de platos como la tortilla, las croquetas de jamón, las alcachofas fritas con jamón, o las súper alitas de pollo de las que tenemos una amplia experiencia en su elaboración”.
El saber hacer en cocinas es un territorio conquistado. El reto era que llegara perfecto y diferenciarnos. ¿Cómo? Con calidad. “Tener buen producto en un delivery es complicado y la clave de nuestro éxito creo que ha sido mantener la máxima calidad del producto, con tradición de principio a fin”, apunta Ekaitz.
Y aunque con un escalope es difícil fallar, uno se lo comería frío de la nevera al día siguiente y seguiría estando delicioso, el listón no solo no baja sino que sube: “Somos muy estrictos […] Sabemos que cada escalope que servimos cuenta, porque en un restaurante puedes ver si un plato puede gustar o no observando a los comensales. Sin embargo, en el servicio a domicilio, esto no lo ves, por lo que la exigencia es aún mayor.
De hecho, hemos ampliado el volumen de pedidos, pero siempre de forma controlada, usando para ello herramientas avanzadas que nos ayudan a predecir la calidad del servicio prestado, el índice de fallos y toda una serie de parámetros relacionados con los pedidos y los procesos para ayudarnos a ofrecer un servicio de máxima calidad”, explica.
Todo esto nos ha llevado a tener el premio a la mejor experiencia gastronómica de comida tradicional a domicilio que otorga La Razón y que recogió Ekaitz agradeciéndolo en nombre de todos los empleados que forman parte de Familia La Ancha “y a todos lo que nos ayudaron en mitad de la pandemia, por su cariño y esfuerzo. Sin su apoyo hubiera sido imposible seguir aquí, cinco años después, repartiendo cada vez más Armandos en los hogares que disfrutan, como lo hacemos en nuestra familia, de un buen filete empanado.